I. Contexto vivencial
Quienes hemos superado los 60 años recordarán, que, de niños, pedíamos dinero en el barrio para
hacer el Judas: un muñeco de trapo o paja, que rellenábamos con cohetes y bombitas brasileras.
Luego, en un aquelarre casi inquisitorial, lo quemábamos en la hoguera de Nochebuena.
También, cuando alguien molestaba, fastidiaba o lastimaba a otro, se decía que “lo estaban judeando”.
Aunque el verbo judear no figura en la RAE, sí está en el lunfardo con significados como: prestar dinero
con interés elevado, traicionar, molestar, fastidiar o hacer travesuras.
A fines del siglo XIX y comienzos del XX, el Imperio Otomano atravesó una etapa de inestabilidad
política y económica, agravada luego por la Gran Guerra, lo que impulsó la emigración de muchos de
sus súbditos. Así llegaron a estas tierras, Brasil, Argentina, Chile, Uruguay, numerosos libaneses, sirios,
judíos, palestinos, jordanos, entre otros. Todos ellos portaban documentación del Imperio Otomano,
por lo que aquí se los empezó a llamar, genéricamente, “turcos”. Por eso, libaneses, sirios, jordanos,
palestinos y judíos pasaron a ser conocidos bajo ese mismo rótulo.
Sin embargo, aunque todos eran “turcos” en términos administrativos, hubo un grupo que siempre
fue percibido como diferente, que debía ser identificado aparte: los judíos.
Estas prácticas, aparentemente inocentes o populares, revelan expresiones de animosidad hacia los
judíos, arraigadas en lo cotidiano. Entonces, cabe preguntarse: ¿por qué, a lo largo de la historia, los
judíos han sido objeto de rechazo, persecución, expulsión y hasta asesinatos?
Ese sentimiento antijudío, por más que se niegue, persiste aún hoy, incluso en contextos que se
consideran civilizados. Es como un virus latente, que resurge con mayor o menor intensidad, según las
circunstancias. Hoy, ante los tristes hechos de notoriedad, afloran.
Este análisis no pretende ser una tesis académica ni una clase magistral sobre el tema. Surge
simplemente del interés por comprender ciertos aspectos de nuestras conductas, cuyas consecuencias
han sido trágicas para algunas comunidades.
Hace años me propuse entender las causas de estas actitudes. Para ello, comencé a estudiar textos,
documentos, artículos, conferencias, mucho Google, con el objetivo de familiarizarme con conceptos
como judaísmo, sionismo, Hamás, fatah, con sus antis respectivos, así como el triste y lamentable
conflicto, palestino – israelí.
Es un trabajo puramente artesanal, que cualquiera puede emprender. Solo se necesita una
computadora, algo de tiempo y la voluntad de aprender.
Primera Parte: JUDÍOS y ANTIJUDAÍSMO
II. Breve recorrido histórico
Los judíos viven en Europa desde los tiempos del Imperio Romano. Tras la rebelión liderada por Bar
Kojba (132–136 d.C.), el emperador Adriano expulsó a los sobrevivientes de Judea que no quisieron
renegar de su fe, iniciándose así la denominada gran Diáspora judía. Como burla, Adriano rebautizó
Judea como Palestina, término latinizado de filisteos (hombres del mar), enemigos históricos de los
hebreos. También Jerusalén pasó a llamarse Aelia Capitolina.
Los judíos que se asentaron en Europa Central y Oriental (Alemania, Austria, Hungría, Polonia, Rusia,
Ucrania) fueron llamados asquenazíes, nombre que deriva de Asquenaz, bisnieto de Noé. Según una
tradición bíblica, descendientes de Asquenaz poblaron esa zona europea. Los que se establecieron en
la península ibérica fueron conocidos como sefardíes, del término Sefarad, nombre hebreo de ese
territorio.
Con el paso del tiempo, toda Europa se cristianizó: desde celtas, godos, sajones, nórdicos, hasta griegos
y germanos. Sin embargo, algunas minorías no se convirtieron, como los gitanos y los judíos, que
siguieron viviendo en un entorno predominantemente cristiano.
III. Las causas del antijudaísmo
Podemos agrupar las causas principales del antijudaísmo en dos grandes factores:
- Resistencia a la asimilación cultural
Durante la mayor parte de la historia humana, la hostilidad hacia lo diferente fue la norma en casi
todas las regiones. El etnocentrismo (la tendencia a considerar la propia cultura como medida para
evaluar a las demás) es una característica psicosocial profundamente arraigada en nuestra especie.
Con el tiempo, se desarrollaron marcos éticos y legales destinados a contener esta tendencia, pero eso
ocurrió de forma significativa solo en épocas recientes. En algunos casos, sin éxito.
Esto no implica que las relaciones entre grupos étnicos siempre hayan estado marcadas por el
conflicto. También existieron numerosos momentos de intercambio pacífico, especialmente en lugares
donde la convivencia constante entre pueblos diversos generaba un proceso de fusión cultural. A este
fenómeno se lo conoce como asimilación cultural, en el que una comunidad adopta elementos
culturales y creencias de otra. En términos generales, la asimilación tiende a reducir las diferencias, lo
que a menudo disminuye los conflictos.
Sin embargo, hubo pueblos que históricamente resistieron ese proceso. Tal fue el caso de los judíos,
que en buena parte de su historia no se asimilaron al entorno en el que vivían. Algo similar ocurrió con
grupos como los gitanos. Estas comunidades mantenían su idioma, religión, dieta y tradiciones
diferenciadas del resto de la sociedad. Su fuerte sentido identitario, basado en una conciencia étnica
y religiosa, fomentaba la separación respecto a los grupos vecinos. Eran comunidades endogámicas,
solidarias internamente, pero cerradas hacia el exterior. En cierto modo, llevaban consigo un país
dentro de otro, lo cual generaba tensiones y recelos en los lugares donde se establecían.
Es particularmente notable el esfuerzo sostenido de los judíos por preservar sus tradiciones, su
identidad cultural a lo largo de los siglos. En muchas ocasiones, para evitar persecuciones, optaban por
acatar públicamente las normas del lugar mientras mantenían en secreto sus prácticas.
Esta dificultad para integrarse plenamente fue una de las causas principales del rechazo que
históricamente enfrentaron, generando sospechas, desconfianza y, en muchos casos, odio. Esta
persistente diferenciación, al igual que los gitanos, alimentó estereotipos y prejuicios que, a lo largo
del tiempo, derivaron en rechazo, exclusión, odio, y los convirtieron en blanco de estigmatización.
por : Charlie Loyarte.