En la cuenca de la laguna Merín está pasando algo grave y gran parte de la población de nuestro país no lo está viendo. Así lo cuenta Carla Kruk, investigadora del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar) y del Departamento de Modelización, Estadística de Datos e Inteligencia Artificial del Centro Universitario Regional del Este (CURE), junto a un grupo de colegas.
La problemática de la que habla puede ser abordada desde diferentes dimensiones y tiene una larga historia, casi tan larga como la lista imaginaria de características que hacen especial este lugar. Se podría destacar que la laguna Merín es el mayor espejo de agua de Uruguay, abarcando 3.750 kilómetros cuadrados. También que dentro de su territorio está el sistema de humedales Bañados del Este y Franja Costera -de los más extensos y diversos de América del Sur-, que sirve de hogar para especies de flora y fauna nativa, migratoria y en peligro de extinción. Tal es la importancia de estos ecosistemas que fueron definidos como Patrimonio de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Además, en su delimitación incluye un sitio Ramsar y dos áreas protegidas nacionales -el Parque Nacional San Miguel y el Paisaje Protegido Quebrada de los Cuervos y Sierras del Yerbal-. Incluso su riqueza va más allá y contempla el patrimonio, ya que en esta región del país se ha detectado una enorme cantidad de información vinculada con ocupaciones indígenas y su vínculo con la tierra. Pero algo grave está pasando aquí.
Agua, salud, territorio y memoria. Estas son sólo algunas de las aristas que se abordan en el artículo Problemáticas socioambientales en el territorio hidrosocial de la laguna Merín: aportes desde la interdisciplina. Fue escrito por Kruk junto con otros nueve investigadores e investigadoras del CURE. Ellos son Andrés Gascue, Camila Gianotti y Noelia Bortolotto, del Departamento de Sistemas Agrarios y Paisajes Culturales; Lorena Rodríguez Lezica, de la Unidad de Extensión, Facultad de Veterinaria y el Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales; Lucía Delbene, del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales; Solana González, de la Unidad Académica de Educación y el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Veterinaria; Gastón Martínez, del Departamento de Modelización Estadística de Datos e Inteligencia Artificial; y Andrés de la Rosa, del Departamento de Ecología y Gestión Ambiental.
Vivir entre los tóxicos
En la investigación se plantea que en la zona este del país se cultiva 75% del arroz de Uruguay, que “requiere el uso de herbicidas (pre y postsiembra), fungicidas (tres aplicaciones) e insecticidas”. Detallan que “en la presiembra se utiliza glifosato solo o en mezcla y en la postsiembra al menos 14 herbicidas solos o al menos 19 mezclas (dos a cuatro productos), siendo clomazone, imidazolinas, cyhalofop, quinclorac, penxuma y bispiribac los más usados. Los fungicidas se aplican en tres momentos del crecimiento con un porcentaje de área tratada en la zona de 99%, 61,4% y 1,5%, respectivamente. Se utilizan al menos 14 principios activos en al menos 16 mezclas, siendo los más utilizados azoxistrobina, ciproconazol y kresoxim-metil. Finalmente, los insecticidas son usados en un menor porcentaje del área (1,5%), incluyendo siete principios activos, principalmente dinotefuran y chlorantraniliprole. Para la soja, actualmente en rotación con arroz en el este, se usan también varias sustancias químicas fertilizantes y pesticidas”, cuentan.
A su vez, se suma que el territorio de la laguna Merín es “la región de nuestro país donde se extrae mayor volumen de aguas superficiales a través de las modificaciones de la hidrografía natural con canales y embalses”. Sin embargo, a pesar de ambos puntos preocupantes, “no existen análisis sistemáticos del agua de la laguna o de las aguas subterráneas, estas últimas principal fuente de agua potable de la zona”. Lo que sí hace el Ministerio de Ambiente, según dice el artículo, son “monitoreos bianuales de los principales tributarios de la laguna en territorio uruguayo”. Como podía esperarse, los resultados no son alentadores.
En el trabajo analizaron los resultados disponibles en el Observatorio Nacional Ambiental para muestras de agua de 15 estaciones de monitoreo ubicadas en la cuenca, cubriendo el período disponible de 2015 a 2021. Detectaron un “bajo porcentaje de cumplimiento” del decreto 253/79 -normativa para prevenir la contaminación ambiental mediante el control de aguas- en relación con coliformes, oxígeno disuelto, turbidez, fósforo total, entre otros parámetros. Por si fuera poco, también encontraron “concentraciones cuantificables de 92 sustancias de origen agropecuario: 20 fungicidas, 20 herbicidas, 40 insecticidas -algunos de amplio espectro- y tres productos veterinarias, así como algunos derivados. Fueron también importantes los compuestos orgánicos halogenados adsorbibles, el glifosato y su producto de descomposición, AMPA”, se indica.
En diálogo con la diaria, Kruk comenta: “Es impresionante la cantidad de sustancias que aparecen. Hay muchas más que se están comenzando a usar, pero aún no sabemos cómo detectarlas en el agua y existe una especie de carrera por determinarlas. Aun así, con las herramientas actuales, se va mejorando y aumentando el número de sustancias encontradas a lo largo del tiempo. Algunas están hace mucho tiempo, como el DDT, que se prohibió. También hay otras sustancias actuales, que están permitidas, como el glifosato, que está presente en todos nuestros cuerpos de agua”. Agrega que las 92 sustancias que encontraron son las que alcanzaron valores cuantificables, pero “seguramente haya muchas más”.
Al consultarle sobre si se conocen los efectos específicos en la salud y ecosistemas que puede traer aparejada la mezcla de los diferentes agrotóxicos y sustancias, respondió que “algunas de las sustancias tienen efectos en sí mismas, muy importantes, como el insecticida endosulfán. Hay algunas que son tremendamente problemáticas, están prohibidas en otros países y, por supuesto, no conocemos sus interacciones. Pueden quedar en la columna de agua, pueden quedar en el sedimento o pueden quedar en los peces y animales que viven en el lugar, bioacumulándose a lo largo de los años. Entonces, tienes problemas de saber los efectos de las sustancias, saber qué sustancias identificás y los efectos de combinar las exposiciones. Además, diferentes personas van a tener diferentes respuestas. Lo que pasa es que las nuevas generaciones están siendo expuestas toda la vida. Esto no es fácil de reconocer”. Sin embargo, sí es una certeza que “el aporte sostenido de nutrientes desde la cuenca favorece las floraciones de cianobacterias y el deterioro de la calidad de agua de la laguna”.
La Diaria.