jueves, 21 de noviembre de 2024

La profunda lucidez del voto nulo

Hace unos días, en un asado con amigos, de esos en los que se hablan de todos (o casi todos) los temas, desde los más triviales hasta los más trascendentes, uno de los temas de charla fue las próximas elecciones argentinas, y a quién votaría cada uno de nosotros. Del total de presentes, la minoría más grande expresó que votaría a Milei, uno dijo que votaría a Patricia Bullrich, otro dijo que votaría a Massa (“pese a todo”) otro afirmó que votaría en blanco, y yo comenté que anularía el voto.

La sopresa fue que mi opción fue la más criticada entre todas…

En realidad exagero. Fue la segunda más criticada, después de la del amigo que dijo que votaría  Massa.

Me sorprende, no sólo en esta ocasión, sino habitualmente, que cada vez que un ciudadano expresa su voluntad de votar en blanco, pero sobre todo anular el voto, la respuesta casi automática es: “hay que jugarse por algo”, o “eso es lavarse las manos”, cayendo en la falacia argumental de asociar votar en blanco o anular con no jugarse o no expresar opinión política.

Volviendo al caso argentino: hay 5 candidatos sobre la mesa, tres de ellos con chance de pasar a una segunda vuelta (Milei, Massa y Bullrcih) y dos que compiten por contar con la mejor representación parlamentaria posible (Schiaretti, actual gobernador de Córdoba, y la troskysta Myriam Bregman)

De los 3 con chances, no hay ninguno que me convenza, y me parece que son a cada cual peor que el otro. Con Milei estoy lejísimos de sus ideas ultra-liberales en economía y su conservadurismo social. Tal vez la propuesta menos polémica sea la de dolarizar la economía argentina, aunque de cómo lo haría sólo se sabe el título. Puede que sea la mejor propuesta para contener la inflación, pero lejos del camino de rosas que plantea, ninguno de los países que la ha hecho se ha convertido en una potencia económica, ni ha resuelto los problemas más acuciantes de pobreza y desigualdad social. Además, ha cambio de contener la inflación entregan toda capacidad de tener política monetaria propia.

En cuanto a Bullrich, viene a ser una suerte de Milei devaluada. En la campaña le ha intentado copiar y seguir gestos en ciertas propuestas, y ha intentando aparecer como la mayor garantía en materia de seguridad y orden público. El problema es que ya fracasó en ese rol en el gobierno de Mauricio Macri. De hecho, ha sido ministra de gobierno en dos gobiernos fracasados: el de De la Rúa y el de Macri. Para peor en los debates se la ha visto errática, nerviosa, y poco clara. Lejos de la imagen de firmeza, tipo “Dama de Hierro” que pretendía representar.

¿Y qué decir de Massa? Uno de los mejores ejemplos de políticos rosqueros argentinos. Comenzando con su carrera política en Tigre, desde donde construyó poder y contactos, su mayor virtud/talento ha sabido posicionarse, cual veleta. Del lado que sopla el viento: fue Jefe de Gabinete de Cristina Kirchner al final de su segundo mandato, para luego aliarse por un tiempo con el macrismo, mientras abjuraba de Cristina…. para luego volver a ser oficialista cuando Alberto Fernández ganó las elecciones.

Con Massa se da la situación tragicómica de que siendo el actual Ministro de Economía argentino, en la campaña política él se desentiende del gobierno que integra, desmarcándose de las políticas públicas que lleva adelante, y prometiendo que de ser presidente las cosas serán diferentes. Sería la versión cómica del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde,  de no ser porque es parte este gigantesco teatro del absurdo que es la política argentina.

Me quedarían como opciones Schiaretti y Bregman. El primero me parece un buen tipo, un hombre razonable, al igual que su candidato a Vicepresidente, Florencio Randazzo. Pero ninguna de sus propuestas, si bien la mayoría son razonables, me resultan particularmente atractivas. Son prácticamente el “deber ser”[1]. Y las propuestas del troskysmo me parecen un espejo de las propuestas de Milei: fantásticas para un mundo ideal, e irrealizables en el mundo actual. La izquierda en argentina, al menos esta izquierda troskista, no va a convencer a nadie con una retórica que, básicamente, propone hacer la revolución socialista en Argentina.

Entonces, cuando paso raya, y veo que ningún candidato me convence. Que no hay ninguna propuesta con la que me pueda sentir ni siquiera medianamente identificado, y que los 3 que tienen chances me parecen nefastos; de ser argentino y tener que votar me estaría quedando la opción de expresar mi descontento, mi disconformidad con propuestas y candidatos, votando en blanco o anulando el mismo.

Porque, en definitiva, ¿por qué tendría que elegir al “mal menor”? ¿Y cuál sería el “mal menor” llegado el caso? ¿Milei, que promete eliminar a “la casta”? ¿Bullrich y su discurso de mano dura y eliminar al kirchnerismo? ¿Massa y su acto de bilocación política? ¿Schiaretti y su discurso federal? ¿Bregman y su discurso de barricada?

El actual discurso que enarbola Milei contra “la casta” no deja de ser una actualización del “que se vayan todos” de finales del 2001 y principios del 2002, cuando Argentina estaba incendiada y pasaron 5 presidentes en una semana. Igual que entonces, es una reacción producto de la bronca, de la rabia, de la frustración por la situación de un país con un enorme potencial, que una y otra vez tiene una dirigencia política que no está a la altura de todo ese potencial.

Y Milei, mucho más que los troskistas y sus consignas estructuradas, ha sabido leer bien esa frustración, ese desencanto, esa bronca que muchos argentinos cargan como mochila.

El problema, es que gran parte del poder de superviviencia de las castas es su capacidad flexibilidad, de adaptarse a las condiciones del entorno. Así como Massa de alguna forma siempre ha logrado ser oficialista, en las filas de Milei militan muchos integrantes de esa “casta” que él dice combatir y a la que pretende destruir. Y en caso de que gane, seguramente esos integrantes de la casta, en algún momento le quieran cobrar los favores realizados: ya sea por estructura partidarias, logísticas, acarreo de votantes, etc. Al igual que con el “que se vayan todos”, lo único que se estaría haciendo es que se vayan algunos y sean suplantados por otros.

Volviendo al voto nulo y en blanco. Para quienes dicen que no es una forma válida de expresión política, tenemos un ejemplo reciente acá en Uruguay, en las elecciones departamentales del año 2010.

Ese año el Frente Amplio manejaba dos posibles candidatos a la Intendencia de Montevideo: Ana Olivera y Daniel Martínez. Pese a que había una fuerte corriente de opinión en favor de habilitar dos candidaturas, en aquella ocasión primó un criterio histórico de tener una candidatura única en Montevideo, y se impuso la opción de Ana Olivera.

El resultado fue, que más allá de que el Frente Amplio ganó la elección departamental, el total de votos en blanco y anulados llegó al 12%, una cifra inusualmente alta en cualquier tipo de elección. De hecho, el total de esos votos fue de 106.000, superando por mucho los votos del Partido Colorado y del Independiente. El Frente Amplio de Montevideo tomó nota de este mensaje, expresado en votos blancos y nulos, y en la siguiente elección no sólo se habilitó la candidatura de Daniel Martínez, sino que también se han habilitado candidaturas múltiples en ese departamento.

En algunas elecciones locales en Colombia e Indonesia ha llegado a suceder que la totalidad de votos en blanco y anulados ha superado el porcentaje de votación del partido y/o candidato más votado, llevando a tener que repetir las elecciones…

El gran escritor portugués, José Saramago se planteó un escenario similar en su novela “Ensayo sobre la lucidez” en la que en unas elecciones municipales la masiva aparición de votos nulos y en blanco lleva a la anulación de las elecciones, y cuando los resultados se repiten, el gobierno de turno comienza a recurrir a la represión y la violencia. Pero como el movimiento es espontáneo, y no se puede identificar ningún liderazgo, asustados se auto exilian, mientras la sociedad, lejos de sumirse en el caos, continúa funcionando espontáneamente, dándose sus propias formas de gobierno.

Por supuesto, ese es un escenario ideal, ¿pero se imaginan el terremoto político que podría significar mañana en Argentina, si un tercio o una cuarta parte de los ciudadanos votaran en blanco o anulado?

En un país desencantado, con políticos que parecen más interesados en echarse las culpas entre sí y ver discutir sin escuchar los argumentos de los demás, sería una cachetada terrible a «la casta». A toda la casta y su séquito de seguidores y alcahuetes.


[1] https://elpais.com/argentina/2023-10-21/que-proponen-los-candidatos-presidenciales-en-argentina-dolarizacion-ruptura-con-el-fmi-y-mas-carceles.html

Rodrigo Tisnés

Escritor rochense, nacido en 1979. Actualmente se desempeña como profesor de Inglés en Secundaria y UTU. Fue columnista en El Este entre julio de 2001 y agosto de 2004, y nuevamente desde julio de 2020. Hizo radio en Navegante FM (Autopista al Infierno) de julio de 2011 hasta diciembre de 2012, y luego en FM Boedo de Buenos Aires en los años 2017 y 2018. A su regreso a Rocha estuvo como panelista en ‘No es un día más’ y ‘La Guillotina’. En 2014 publicó su primera novela «Jesús de Valizas».

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