Se está yendo el mes de febrero y estamos entrando en un marzo que será el puntapié de un año bastante convulsionado, intenso, rápido y con bastante movimiento macro político que no dejara de sorprendernos en cuanto a lo que la clase política pueda demostrar – una vez más – cuando tienen la necesidad de la sociedad.
Este año el Uruguay elegirá a quienes deberán de conducir los hilos políticos del próximo quinquenio y con ello, los equipos que se conformaran para poder desarrollar las campañas electorales, que sujetas a su tiempo, responden a nuevas formas, prácticas, vías de comunicación y como lograr la cercanía con una sociedad que está con cierto hastío político tradicional.
Como un buen dato particular, este año, tendremos un número no menor de habilitados para poder ejercer el voto, algo así que estará rondando a los 250 000 nuevos votantes, donde la gran mayoría de los mismos, son jóvenes que irán a las urnas por primera vez, tanto en las internas, como también en las elecciones nacionales.
Este punto no es algo que podamos pasarlo a la ligera; por el contrario. Estaremos atravesando un año donde:
- Una coalición de gobierno, buscara retener el poder, pero sin descuidar los posicionamientos políticos propios, dejando así, lugar abierto para que puedan no ceder militancia ni voto prestado en una fórmula que haga núcleo genérico de un programa de gobierno – el cual hoy veo sin viabilidad alguna – ya que no hay un liderazgo marcado capaz de unir diferencias.
- El Frente Amplio – no así la izquierda – tendrá la oportunidad de volver al gobierno – los números además tienen una tendencia al crecimiento sostenido – y deberá de aprender de la derrota en cuanto a programar una línea estratégica que tendrá que funcionar mucho más para el segundo día de la elección interna, que la misma elección propiamente dicha.
- Vamos a una elección nacional donde, hasta el momento, se registraron 12 partidos políticos los cuales, entre los nuevos, hay dos ya habilitados para participar y dividir votos, esperando por los restantes su verificación correspondiente ajustado al marco electoral pertinente.
- Las plataformas y redes sociales serán hoy, el punto álgido de la campaña, en comparación, por ejemplo, con la campaña electoral del año 2019. Últimamente, hemos estado presenciando figuras de primera línea como Carolina Cosse, Laura Raffo, Álvaro Delgado, que desde sus cuentas de TikTok buscan mantener mayor cercanía con el electorado, pero sin tener un reparo alguno en cuanto al mamarracho que pueden estar mostrando y dejando – para siempre – colgado en una red social.
Lejos estoy de tener un concepto peyorativo del uso de las redes sociales, al día de hoy, considero que son el centro que núclea más personas en tiempo, forma y con mayor capacidad en cuanto a los dispositivos que se emplean para ellas y creo que el mundo en general va camino a generar mayor capacidad tecnológica en menor tiempo, hará que la política en su concepto macro y/o micro, no sea ajena a esto.
Lo que debe de aprender la clase política de esto último, es que los problemas de la sociedad uruguaya están fuera de las redes sociales y de las plataformas digitales. Las carencias en educación, las falencias en salud y los horrores en materia de seguridad, no se encontrarán perdiendo el tiempo en TikTok, mucho menos talanteando en Twitter, ni hablar, en gritar por Instagram.
Quien sepa mantener un hilo conductual entre la masa electoral y la masa crítica no asegura ganar la elección; pero si lograra mantener un perfil distinto que lo lograra despegar del resto de sus pares. Es momento, de alguna vez por todas, que la clase política sea concordante con el ciudadano de todos los días. Necesitamos más honradez en cargos y menos ridiculez que pasara para consolidarse en el tiempo. La clase política está, en una buena oportunidad, de ser digna del lugar que obtendrán; sin olvidar, que la sociedad no necesita de los políticos, pero los políticos siempre vivirán de la sociedad.
